26 noviembre 2014

¿Quién nos separará del amor de Cristo?





Yo también resbalé y caí, más el amor de Dios me levantó… Hoy tu gracia me sostiene tu espíritu me alienta.

En mi oración de este día, llegaron a mi memoria aquellos hermosos momentos de mi primer encuentro real con Mi Señor Jesús, yo sé que muchos podremos recodarlo igual y hasta añorar esos vellos momentos. Recuerdo muy bien que había dentro de mi un amor que nunca habías experimentado, todo era nuevo, hermoso y excitante, aquellos viejos versos bíblicos que antes había leído pero que nunca fueron interesantes, ahora se abrían como puertas de par en par delante de mis ojos dejándome ver la hermosura e inmensidad de su eterno amor y su gran misericordia y con tremendo apetito comencé a devorar verso tras verso las delicias de su santa palabra, era como si por primera vez se me sirviera en el mejor restaurante, la comida más deliciosa, comencé a devorar todo el pan de vida que se ponía en mi mesa, en verdad que estaba muy hambriento.
Escuchabas cada palabra como que fuera la última que ibas escuchar, mis oídos antes esquivos e insensibles a su amorosa voz, ahora estaban  atentos como si escuchara la más melodiosa sinfonía musical, mis ojos brillaban como los de un niño al recibir el mejor juguete, había recibido algo que no estaba buscando, pero que como regalo inesperado llegaba a mi vida.
Recuerdo muy bien aquella primera vez, El mismo Señor en un acto de su gracia y amor, me derribo del pedestal de la nube en donde me encontraba, alejado de Él,  metido en mí mismo, cabalgando sobre el lomo de mi orgullo y egocentrismo natural. Tirándome al piso, así como lo hizo con Pablo, me mostro claramente como en un radiante espejo de las manchas de mi pecado en mi alma, sucia desde mi mismo nacimiento, me mostro de mi hedionda muerte espiritual en que vivía, haciéndome consiente de mi total incapacidad para hacer alguna cosa por mí mismo para solucionar esta grave situación que me encontraba.
Mas cuando convencido de esto puso Él mismo arrepentimiento en mi corazón y comencé a gemir adolorido inmerso en mi vergüenza e incapacidad, me mostró sus manos heridas delante de mi, me hablo claramente a mi corazón, lo que Él había hecho por mi,  con un amor tan ardiente que hubiese podido derretir cualquier roca o diamante. Ese día me hablo con tanto amor que termine rendido a  sus pies y entonces experimente por primera de su dulce ternura y su amor incondicional que lo llena todo en todo; No merecía nada, con toda seguridad lo que si merecía era el más terrible castigo, infierno; más el me hablo a mi corazón diciéndome con voz tierna y amorosa, levántate y sígueme tu deuda esta paga, tu alma está limpia y blanca, y tu camino está abierto detrás de mí para que vivas lo que yo he ganado para ti, tu deuda esta paga y tu pecado ya está borrado.  Creo que mi llanto de dolor, cambio inmediatamente en un llanto de alegría, mi corazón nunca palpito tan rápido, deseaba volar, gritar exclamar a los cuatro vientos el Nombre de mi Cristo y  lo hermoso de su gran amor.
Pronto nació en mi el deseo de agradecerle por lo que Él estaba haciendo en mi vida y encontré en mi interior una brillante idea,  comenzar a servir. No me importaba en que forma o de que manera, lo importante era  poder  hacer algo para mi Señor, nadie me impediría dar respuesta a este amor recibido, en mi interior hervía un amor intenso por mi Cristo Redentor y  necesitaba expresarlo a través de mi servicio.
Mi vida era totalmente nueva, nació una hambre insaciable por leer la biblia, me alimentaba, escuchaba las predicaciones y experimentaba como el Espíritu Santo me hablaba convenciéndome de lo malo que había en mi, quitando de mi lo que no me convenía y poniendo un tremendo deseo de cambio, lloraba al ser tocado por la mano invisible de  Dios, sonreía y me gozaba al ver como Dios utilizaba mi boca para pronunciar y testificar de las maravillas que el hacia en mi vida y veía como este sencillas predicas cambiaban la vida y la actitud  de las personas con quienes compartía. Sin darme cuenta comencé a separar momentos de calidad para encontrarme asolas con Él, eran pequeñas citas de amor e intimidad, solo El y yo, nadie mas, yo le contaba y le preguntaba cosas y el me respondía…que maravilloso fue aquel tiempo, no habían presiones externas que obligara a cumplir, ni mandamientos en letra que cumplir, ni exigencias, ni deberes que hacer, ni reglas que seguir. Una relación amorosa ideal, todo era por amor.

Hoy ya después de muchos años, con muchas experiencias en mi vida ministerial, con caídas y levantadas, ya que no estoy exento de ellas conociendo y compartiendo con personas de muchas naciones y culturas, sigo recordando y añorando ese primer amor de mi vida esos momentos tan exclusivos que cambiaron radicalmente y para siempre mi vida.
Como obrero del Señor uno tiene que pasar por experiencias en su vida, unas más agradables que otras, algunos como yo podemos haber pasado por situaciones difíciles, muy difíciles. Cuando estamos viviendo en nuestra propia vida estas penosas situaciones muchos de nosotros esperamos tener apoyo, tener sustento, tener amor, alguien a nuestro lado, alguien que se preocupe de nosotros, alguien que nos cuide, que nos respete; que nos aliente, que en cambio de enjuiciarnos nos apaciente, que cure nuestra heridas, que nos levante cuando estamos caídos, que nos recuerde quienes somos, que pele la batalla hombro a hombro con nosotros, que experimente el mismo dolor y frustración que podemos en una momento pasar y de esta forma podernos ayudar, muchos podemos llegar a pensar, la carga es muy difícil de llevar, nos debilitamos y podemos olvidarnos de casi todo de tal forma que lo único que queda en lo más profundo de nuestro corazón es la seguridad de nuestra salvación y el continuo grito del llamado del Señor: “Apacienta mis ovejas”.

Muchos hemos lastimado a las personas que mas amamos o hemos sido lastimados en nuestros sentimientos, causándonos sufrimientos por heridas profundas y difíciles de sanar, Muchos hemos experimentado como el propósito de nuestra vida  se ha destruido y ya hace en pedazos por el piso, nuestros sueños, nuestros proyectos, nuestros ideales, nuestras metas se han destruido, pareciera ser que todo esta terminado y que la vida ya no tiene mas razón de ser. En algunos casos esto nos ha llevado a la decepción con nosotros mismos y con las personas que nos rodean y nos ha quitado las ganas de seguir adelante, destrozando todas aquellas ilusiones que les narre en el texto inicial. En situaciones así es difícil pensar que vendrán días mejores, y nos cuesta volver a creer en un hoy y en un mañana.

Meditando en esto escribí estas palabras de mi experiencia con la esperanza de poderte ayudar. Creo que hora, es un buen momento para que recordar todos los ánimos, emoción y fervor planes, propósitos que tenías cuando recién llegaste a los pies de Cristo,  recuerda todas las promesas que Él te dio, la palabras que Él te hablo a tu oído, todo aquello que El hizo para que tu respondieras también con una respuesta de amor hacia El y entonces decidiste amarlo, buscarlo  y servirlo a pesar de las circunstancias;  recuerda cómo anhelabas  día a día su presencia y meditabas en su palabra buscando su dirección.  El no ha cambiado, sigue siendo el mismo ayer, hoy y siempre, y está extendiéndote su mano para que puedas volver a empezar de nuevo, él no te reprocha nada, solamente quiere que tomes la gran decisión de levantarte y seguirle, ten presente que eres hijo de Dios, que nos es con tus fuerzas, sino con el poder que vive en ti, ya no vives tú, sino que es Cristo quien vive en ti, Él te está esperando con sus brazos abiertos, deseando que cenes con Él, que vuelvas a experimentar tu primer, Él te está esperando porque te ama como nadie lo podrá hacer jamás y los planes iniciales que Él tena contigo no se han terminado, al contrario se han fortalecido, has pasado por su fuego, has pasado por su bendita rueda y Él ha hecho de ti una mejor vasija. El llamado que te hizo a tu corazón, la visión que puso delante de ti siguen intactas, ni tu puedes renunciar a ellas y ni siquiera el mismo las podría quitarlas pues el mismo ha dicho mis dones y mi llamamiento son irrevocables.
Hoy te tiendo mi mano de colega y hermano y te invito, ven levántate volvamos al primer amor, no pierdas mas tiempo, hay muchas cosas por hacer, levántate y camina en el nombre de Jesucristo.

Oración:

Amado Padre Celestial: Hoy vengo a ti en el nombre de Jesucristo tu amado hijo, hoy vengo a ti reconociendo mi situación, tú conoces toda mi vida y lo que siente mi corazón en este momento; reconozco que me he dejado derribar  por mis problemas al punto de alejarme de ti, hoy te pido perdón por mi descuido;  Padre bueno necesito de tu ayuda  y fuerza para salir adelante en lo que tú quieres para mí; muéstrame ¡oh! Padre el camino a seguir; quiero decirte una vez más que te amo y te entrego mi corazón dispuesto a confiar en ti a pesar de las circunstancias; te agradezco por tu gran misericordia y tu eterno amor, gracias padre por no desecharme, por no dejarme caído a la vera del camino, Señor heme aquí para tu gloria. Amén.