Romanos 9
Introducción.
Al comenzar esta tercera parte de esta hermosa verdad de la palabra de Dios, nos concentraremos en esta poderosa carta a los Romanos, la cual está llena de revelación a nuestras vidas, tanto en forma personal como como iglesia de Jesucristo. Es notorio resaltar que en esta carta nos habla de un pueblo, el Judío, para luego trasladarse a la soberanía de Dios atreves de varias preguntas relacionadas ya no solo con este pueblo escogido por Dios, sino con su santa iglesia, cuando afirma que el llamado es también para nosotros , so solo para los judíos.
Romanos 9:9-26
“Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo. Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, más a Esaú aborrecí. ¿Qué, pues, diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca.
Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra.
De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.
Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad?
Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?
Como también en Oseas dice:
Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, Y a la no amada, amada. Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, Allí serán llamados hijos del Dios viviente.”
“Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo. Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, más a Esaú aborrecí. ¿Qué, pues, diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca.
Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra.
De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.
Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad?
Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?
Como también en Oseas dice:
Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, Y a la no amada, amada. Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, Allí serán llamados hijos del Dios viviente.”
La promesa de Dios.
“Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo”. Esta es la promesa de Dios, dada a una pareja escogida por él, Abraham y Sara, sacada de su parentela, llamada por El mismo con un propósito especial: De ellos vendría no solamente Israel sino la misma simiente de la promesa, Jesucristo nuestro redentor. Cuando leemos la promesa y la vemos desde el punto de vista puramente natural, y si esta fuera ahora mismo en medio de nosotros, esto sería completamente imposible, ellos eran ya viejos y aparte de esto Sara era estéril. Más si lo vemos desde los ojos de Dios, ¿Qué es imposible para el?. Es así que Sara concibe de nuestro padre Abraham y tienen un hijo, Isaac, como lo prometió Dios. El hijo de la promesa vienen solo por este medios: hijo dado solo por la gracia y la misericordia de Dios y no por ningún otro método como ellos mismos lo intentaron saliendo como resultado el no escogido Ismael.
Si continuamos escudriñando en la santa palabra, encontraremos que todo comenzó por Dios quien es quien escoge, quien predestina (crear con un propósito previo), quien llama, quien justifica y quien glorifica. De esta forma Dios escoge, separa a Abraham de su parentela, con un propósito plenamente determinado por el mismo, de él saldrán naciones que servirán y amaran a Dios. (nosotros, como iglesia de Jesucristo, incluidos como hijos de fe).
El propósito de Dios conforme a la elección.
El método del hombre en cuanto a la elección está establecido de acuerdo a sus obras, este usa criterios bien claros, cuando se trata de elegir: si es en lo militar es por disciplina y eficiencia, si es en lo deportivo es por prestación y capacidad, si es en lo académico es por disciplina y calificaciones, en fin en el medio que sea, el hombre es escogido, por sus propias obras, sus propios meritos o atributos. Asi mismo vemos que estas personas son elegidas para tener un privilegio o autoridad sobre otras.
El método de Dios es todo lo contrario. El escogió lo vil del mundo, lo necio del mundo. Dios usa a hombres y mujeres que son lo suficientemente frágiles como para apoyarse en Él. Dios todo poderoso, todo soberano, elige como él quiere, más él elige conforme a su propósito.En el siguiente verso, podemos leer com Dios escoge de acuerdo a su santo propósito. De Isaac nacerian dos hijos Esaú y Jacob. Dios habla así en su palabra en cuanto a su elección, en cuanto a su santo proposito con la vida de estos dos hermanitos: “pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama”.
En esta verdad bíblica la palabra nos enseña que Dios elige con un propósito y que este propósito es permanente, invariable, el hombre no lo puede cambiar, ya está dictado por Dios y así permanecerá. En la enseñanza bíblica, encontramos también un buen número de preguntas y respuestas que el mismo Dios hace, sabiendo que seguramente vendrían hombres, que como Pelagio, Arminio y sus seguidores enseñarían erróneamente engañando a muchos, que aún hoy los siguen, ignorando intencionalmente la sana doctrina en cuanto a esta doctrina de la elección divina. Ellos enseñan en su falsa teoría del “Libre albedrio del hombre”, que es el hombre quien elige recibir o rechazar a Dios, que Jesucristo llega al hombre como suplicándole que reciba la salvación de su alma que Él ofrece, pero que en definitiva es solamente el hombre en su libre albedrio quien toma la decisión en aceptarla o rechazarla.
¿Quién es el que llama?, ¿será la voz de la conciencia de algún hombre muerto en sus delitos y pecados? O ¿será la voz de algún sabio en su sabiduría? De ninguna manera, el único que llama es nuestro Dios, no hay nadie más quien pueda llamar, Él se reservó este derecho, El elige, predestina, llama, justifica y glorifica, esto solo y solo él lo puede hacer, duélale a quien le duela. En esta verdad bíblica la palabra nos enseña que Dios elige con un propósito y que este propósito es permanente, invariable, el hombre no lo puede cambiar, ya está dictado por Dios y así permanecerá. En la enseñanza bíblica, encontramos también un buen número de preguntas y respuestas que el mismo Dios hace, sabiendo que seguramente vendrían hombres, que como Pelagio, Arminio y sus seguidores enseñarían erróneamente engañando a muchos, que aún hoy los siguen, ignorando intencionalmente la sana doctrina en cuanto a esta doctrina de la elección divina. Ellos enseñan en su falsa teoría del “Libre albedrio del hombre”, que es el hombre quien elige recibir o rechazar a Dios, que Jesucristo llega al hombre como suplicándole que reciba la salvación de su alma que Él ofrece, pero que en definitiva es solamente el hombre en su libre albedrio quien toma la decisión en aceptarla o rechazarla.
En esta santa escritura Dios mismo se encarga de aclarar: Él es quien elige, y su santa elección, no es de acuerdo a las obras de ninguno, sino de acuerdo a su santo propósito. Así que esta falacia queda despedazada y desmentida por la misma palabra de Dios. Ella nos enseña que estos dos hijos de Isaac, no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, posteriormente nos afirma claramente que Dios tiene un orden y que este orden permanece, es Él quien dicta, quien elige con propósito, quien pone las reglas y el criterio para determinar a quien elige o a quien no elige. Que claro enseña aquí la escritura, que no es por obras, que las obras significan cero, nada delante de Dios cuando se trata de a quien Él elige. Dos bebes aun en el vientre de su madre, ni siquiera habían nacido, por lo tanto no habían hecho nada, absolutamente nada, ni bien ni mal, para que Dios mismo tomara una decisión a cuál de ellos había elegido, y luego complementa: “no por las obras sino por el que llama”.
Recordemos que el hombre después de la caída en el huerto del edén, quedo muerto, totalmente incapacitado para buscar a Dios, totalmente pervertido, sin posibilidad alguna de buscar a Dios por sus propios medios o por propia iniciativa.
Es también notorio como Dios muestra su soberanía en este asunto de la elección. Dios hace como él quiere: La norma de la sociedad existente hasta este entonces era: El menor servirá al mayor, existía una primogenitura la cual así lo ordenaba, era el hijo mayor quien tenía todos los derechos, los demás hijos después del él, servían a su autoridad sin protestar, mas aquí Dios mismo con su autoridad, todo se vuelve al revés, como parados en la cabeza cuando Dios dice: “El mayor servirá al menor”. Esto a la vez nos enseña que en el reino de Dios en cuanto a la elección no hay norma establecida por el hombre que prevalezca. Así vemos que Dios llama con llamamiento santo a su servicio tanto a hijos mayores como a menores sin distinción y entonces el mayor servirá al menor. Es así que encontramos pastores como hijos menores en una familia, pastoreando a sus hermanos mayores. Tampoco podemos decir que los primero que llegan a una iglesia son los más espirituales y por lo tanto los lideres, ya que no es por antigüedad, sino por el que llama, a veces los últimos serán los primeros y quien entiende a Dios, el mismo dice: “Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”, más bendito sea el Señor, es el quien tiene su suprema potestad, de él es la autoridad, él es quien dispone, de él es la soberanía. Gloria sea dada a su nombre, que sin ser más que simples hombre, no tuvo en cuenta nuestro pecado ni nuestra debilidad, escogiéndonos y llamándonos a su santo servicio para su gloria y alabanza.
A Jacob amé, más a Esaú aborrecí.
Que injusto, que absurdo suena esto a la lógica del hombre y su limitada justicia. Y digo que limitada justicia porque esto es lo que hacemos cuando se nos lee que Dios ama a Jacob y en cambio aborrece a Esaú. Muchos llegan inclusive a concluir: “Este no es el Dios de amor que yo conozco”, juzgando a Dios de acuerdo a su propia y falsa justicia, ellos no alcanzan a entender la soberanía de Dios y mejor optan por ignorarla, haciendo caso omiso a su santa palabra. ¡Oh! Cuanto quisieran algunos de ellos que estas hermosas páginas de su santa palabra no existieran, para de esta forma poder tener algo de gloria para sí mismos quitándosela a Dios, cuanto quisieran borrar de la escritura esta poderosa doctrina de la elección divina, para ellos poder usurpar el puesto que Dios mismo se reservó en cuanto a este santo ministerio.
Que duro se hace cuando Dios en su santa soberanía decida a uno amar y al otro aborrecer.
A propósito del significado de aborrecer no es fácil de digerir: El verbo castellano está cargado de tonos emotivos y significa, algunas veces, abominar; otras, abandonar o dejar. En el aborrecer bíblico también entran estos diversos matices, y además, a veces, está preñado de ira, odio o mala voluntad hacia una situación o hacia una persona. Que duro se hace el solo pensar que Dios así como ama, también puede aborrecer, pero claro esto no es nada lógico al pensamiento lógico del hombre ya que él ha escucha solamente que Dios es amor, mas ignora que él también es soberano.
A propósito del significado de aborrecer no es fácil de digerir: El verbo castellano está cargado de tonos emotivos y significa, algunas veces, abominar; otras, abandonar o dejar. En el aborrecer bíblico también entran estos diversos matices, y además, a veces, está preñado de ira, odio o mala voluntad hacia una situación o hacia una persona. Que duro se hace el solo pensar que Dios así como ama, también puede aborrecer, pero claro esto no es nada lógico al pensamiento lógico del hombre ya que él ha escucha solamente que Dios es amor, mas ignora que él también es soberano.
Las preguntas de Dios al hombre: ¿Qué, pues, diremos?
Es difícil cuando uno como ser imperfecto es llamado a cuentas. Recuerdo muy bien cuando mi padre me llamaba para preguntarme en cuanto a una decisión que el había tomado, pero que yo en mi orgullo me negaba a obedecer. Esto era muy difícil, ante todo cuando la pregunta era: ¿Qué dices tú de esto?
Se hace duro cunado nuestro poderoso Dios nos pregunta y ante todo cuando la pregunta es: ¿Qué nosotros diremos en cuanto a sus decisiones? El como Dios sabio, prevé que el hombre imperfecto vendrá con sus preguntas necias para tratar de ejercer su pobre justicia y de esta forma satisfacer su propio ego. Más Dios no se hace tardo para contestar estas necias preguntas del hombre.
¿Qué hay injusticia en Dios?
¿Qué crees tú?, ¿hay injusticia en que Dios elija amar a uno de los dos hermanitos que se encuentran todavía en el vientre de su madre, mas escoge aborrecer al otro?, De acuerdo a nuestra lógica manera de elegir y ejercer justicia, no tardaríamos en responder como muchos responden: Dios es injusto, ya que son dos bebitos que no le han hecho mal a nadie y por consiguiente no se merecen que nadie los rechace y mucho menos los aborrezca. ¡Pobrecito bebe a quien Dios aborreció!. Más la respuesta de Dios no se hace esperar y es contundente. Dios ha dicho: “Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca.”
Que podrán decir aquellos que afirman que es la sabiduría del hombre la que actúa para que este por su misma iniciativa y mediante lo que ellos llaman libre albedrio del hombre escoja ser salvo, es decir el mismo decida recibir la salvación que Dios le ofrece, o en su defecto si así no lo desea la rechazan. Con que argumentos pueden contradecir esta santa verdad cunado Dios mismo añade: “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.” Y seguidamente añade refiriéndose a la conducta del faraón y su justicia para con este: “De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.” Todo esto para mostrar su santa gloria.
Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad?
¿Por qué inculpamos?, o mejor, para aclarar, ¿qué quiere decir inculpar?, Inculpar es culpar, acusar a alguien de una falta o delito. En este caso el hombre toma la posición de juez, culpando a Dios por la desgracia de uno, de Esaú, el ser aborrecido. Más luego viene Dios con otra pregunta: ¿quién ha resistido a su voluntad?.
No hay nadie sobre la faz de la tierra que haya resistido su santa y poderosa voluntad. Job quiso altercar con Dios, al experimentar en su vida el profundo dolor que le causó su desgracia al ser vapuleado por Satanás, más cuando Dios lo enfrento, Job abrió su boca y dijo: “Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; Cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; Te preguntaré, y tú me enseñarás.
De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza.”
No podemos culpar a Dios por ninguna ni de nuestras desgracias, ni por las desgracias de los demás, sencillamente, lo único que podemos es aceptar su santa voluntad. En cuanto a que nosotros, quienes estamos también muertos en delitos y pecados como todos los demás, que no merecíamos nada, sino castigo, más que por su pura gracia y misericordia nos escogió para salvación, dándonos vida abundante por medio de Jesucristo, no podemos más que solo decirle: Gracias Dios mío por su gran amor, gracias por habernos elegido, por habernos amado, pues de lo contrario seriamos uno más de los aborrecidos de Dios creados para su ira.
No hay nadie sobre la faz de la tierra que haya resistido su santa y poderosa voluntad. Job quiso altercar con Dios, al experimentar en su vida el profundo dolor que le causó su desgracia al ser vapuleado por Satanás, más cuando Dios lo enfrento, Job abrió su boca y dijo: “Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; Cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; Te preguntaré, y tú me enseñarás.
De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza.”
No podemos culpar a Dios por ninguna ni de nuestras desgracias, ni por las desgracias de los demás, sencillamente, lo único que podemos es aceptar su santa voluntad. En cuanto a que nosotros, quienes estamos también muertos en delitos y pecados como todos los demás, que no merecíamos nada, sino castigo, más que por su pura gracia y misericordia nos escogió para salvación, dándonos vida abundante por medio de Jesucristo, no podemos más que solo decirle: Gracias Dios mío por su gran amor, gracias por habernos elegido, por habernos amado, pues de lo contrario seriamos uno más de los aborrecidos de Dios creados para su ira.
¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?
¿Podremos nosotros llamar a cuentas a nuestro creador para preguntarle e inculparlo con esta nueva pregunta? Yo creo que muchas veces cuando nos miramos al espejo muchos de nosotros no estamos nada satisfechos con nuestro parecer físico, quisiéramos ser mejores, vemos que nuestra nariz no es la más bonita, o nuestros ojos no son los grandes suficientes y ni del color que nosotros quisiéramos. ¿Y que con nuestra estatura, o, los que perdemos el cabello prematuramente? Y si seguimos con estas consideraciones nunca terminaríamos la larga lista de inconformidades con nuestro hacedor. Pero si miramos nuestro interior, nuestra forma de actuar o de pensar, o de sentir, la lista aún se haría más extensa, y nuestro reclamo seguiría vigente…Dios, ¿por qué me has hecho así? Todo esto basados en nuestra carnal naturaleza y actuando puramente como carnales.
Más quisiera ir un poco más profundo en este pregunta, ya que muchos tiene la propiedad de defender al que no cree en Dios, o mejor al que no puede creer en Dios, ante todo cuando se toca las cuerdas de los sentimientos y algunos de sus familiares parecieren por sus actos que no desean creer en Dios, entonces se reacciona enjuiciando a Dios por su injusticia y falta de amor, olvidando que no depende del que quiere o del que corre sino de Dios que tiene misericordia. Muchas veces parecemos como abogados baratos defendiendo lo que no tenemos que defender, a quienes no sabemos si son o no son escogidos, como si se nos hubiera revelado ese santo misterio, que solo Dios se reservó para sí mismo, entonces entramos en reclamos contra Dios, mas quienes somos nosotros para inculpar a Dios? Lo que debemos hacer en cambio de inculpar es ir por todo el mundo y predicar su evangelio a toda criatura.
Digo que pretendemos ejercer como abogados baratos delante de Dios, defendiendo al incrédulo, si tomas esta posición y te acercas a uno de aquellos que se denominan ateos y le preguntas si el creer en Dios es relevante en su vida, su respuesta será, que esto para nada interesa, ni le quita, ni le pone, ya que ellos viven como a ellos les parece y el creer en Dios los tiene sin cuidado…ellos nunca reclamarían: Dios, ¿por qué me has hecho así?, para ellos lo único que vale es vivir su vida, ellos dicen: Comamos y bebamos que mañana moriremos, la existencia de Dios ni siquiera es algo que los inquiete, mucho menos su creer en él, pues carecen de fe para tal.
¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?
El Altísimo, Señor del Cielo y de la tierra, tiene poder ilimitado para hacer lo que El decida. Esto implica que Él es absolutamente independiente para tomar las decisiones que el mismo desea tomar. Al ser absolutamente independiente en la toma de decisiones sobre su creación, Dios hace lo que a él le place. Nadie puede disuadirlo u obstaculizarlo en que él tenga que hacer de acuerdo a Su Santa y Completa Voluntad. En mismo dice en su Santa Palabra: “Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero; que llamo desde el oriente al ave, y de tierra lejana al varón de mi consejo. Isaías 46:9-11
Yo quisiera preguntarte hoy: ¿Tiene Dios potestad para hacer lo que Él quiera y le plazca?, Yo creo, como la palabra me enseña: Que Él tiene absoluta potestad y no necesita del consejo de nadie para tomar sus santas decisiones. ¿Quién podría de alguna manera incidir en sus libres y santas decisiones? Y es más, ¿quién podrá alguna vez entender sus santos juicios y su completa sabiduría?, ¿No sería mejor que nosotros de una vez por todas nos humilláramos delante de él y reconociéramos quien es Él y quienes somos nosotros?, que pudiéramos como exclama su santa palabra decir: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén. Romanos 11:34-36
¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?
Cuando la pregunta comienza como aquí comienza con un ¿y qué?. Viene implícita la total soberanía de Él, el hace como él quiere ¿y qué?. Esta pregunta nos deja sin nada con que refutarle, Él es quien él es ¿y qué?, gústele a quien le guste, el hace como a él le place, ¿y qué?
Note que el contenido de la pregunta, en si lleva la misma respuesta: Hay dos clases de vasos que el construye de la misma masa, con dos fines plenamente determinados por el mismo: Unos los vasos de ira, preparados para destrucción y los otros los vasos de misericordia, que el preparo de antemano para gloria, a los cuales nos predestino, llamo, justifico y finalmente al ser preparados o destinados de acuerdo a su santo propósito, para gloria, nos glorifico. En cuanto a los primeros, Dios quiso mostrar su ira y hacer notorio su poder, esto lo mostro desde el principio de los tiempos, primero con Caín, con Esaú, con el Faraón, Judas el Iscariote, y con todos aquellos que fueron preparados por el mismo, para tal fin: Vasos de ira preparados para destrucción, es decir infierno, es decir condenación.
En esta misma pregunta y con el mismo: ¿Y que si Dios quiso?, nos trae una gran noticia, una hermosa buena nueva, llena de su gracia: Que los vasos de misericordia preparados para gloria, somos nosotros. Que no solamente son los judíos, su pueblo escogido, sino que también nos incluyó a nosotros los que no merecíamos nada, él lo está afirmando una vez más: “esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles.”
¿Que podríamos nosotros decir a esto?, solamente: ¡Gracias a Dios por su don inefable!, te damos gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén. Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado. Reconocemos ¡Oh! Dios tu santa potestad y señorío, tu eres soberano ¡oh! Dios tú eres soberano. Gracias por habernos hecho hijos del Dios viviente. Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario