17 septiembre 2012

De victoria en victoria.

De victoria en victoria


Un día empecé a ver que la vida se parecía mas a un paseo en bicicleta (bicileta para dos personas); y noté que Dios estaba en la parte de atras ayudándome a pedalear. No se cuando fué que El sugirió que cambiaramos de lugar, y a cambio de ir yo adelante, fuera El quien llevara la dirección en el paseo. Desde entonces, mi vida no ha sido igual. Cuando yo creía tener el control de la bicicleta, conocía yo un camino. Se trataba de la distancia mas corta entre dos puntos. Era por cierto aburrido. Pero cuando El tomó el volante, me llevó por atajos encantadores, subidas de montañas y lugares rocosos; y a velocidades vertiginosas pasamos por allí. Esto parecía una locura. El me decía “pedalea, pedalea” y entonces yo le preguntaba “a donde me llevas?. El se limitaba a sonreir y no me respondía, luego descubrí que empezaba a confiar en el que conducía. Pronto me olvide de mi vida aburrida y entré de lleno en la aventura, y cuando yo decía tengo miedo”, El se inclinaba y me tocaba la mano. Me llevó a diferentes lugares y conocí personas que como yo corrían en la misma bicicleta, era como el equipo completo. Por medio de ellos eran sanados los enfermos, los que estaban tristes eran consolados y los necesitados recibian ayuda.
Al principio veía a Dios como un observador, como mi juez, alguien que llevaba un registro de las cosas que yo hacía mal. Dios sabía si al morir, yo merecía el cielo o el infierno. Tenía en mi mente la imagen de un Dios severo y listo a castigarme, yo creía que le conocía, pero en realidad no era así.

Luego me dijo, que ese equipaje también estaba conmigo, a lo largo del recorrido y que me sería de gran utilidad. y luego, continuamos el camino.
Pasado el tiempo mi equipaje se hacia pesado y El me dijo reparte lo que te he dado, entonces lo hice, lo di a la gente que encontraba en el camino y note que al dar yo recibía y mi carga era liviana.
Recuerdo que al principio no confiaba en El. Pensé que arruinaría mi vida; pero no ha sido así. El conocía los secretos de mi bicileta y sabía como inclinarla para tomar curvas cerradas, saltar lugares despejados en medio de las rocas, volar para acortar pasajes peligros. Ahora estoy aprendiendo a callarme y pedalear en los lugares mas extaños y también a disfrutar del paisaje y de la brisa fresca en mi cara con mi encantador y compañero permanente. Cuando pienso que no doy más, El siemplemente sonrie y dice “pedalea, pedalea, se valiente”.


Jairo

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